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Posts Tagged ‘autoridad

Leo en la pared de una calle de La Serena, en Chile, este mensaje: «la educación no debe ser el privilegio de quienes pueden pagarla, la policía no debe ser la maldición de quienes no pueden comprarla». Lee el resto de esta entrada »

No hay colegio o instituto que se precie que no establezca como señas de identidad en su proyecto educativo algunos de los siguientes principios: democrático, participativo, motivador, integral, tolerante, inclusivo, abierto al medio, pluralista, acogedor, creativo, o cualquier otro que se nos haya ocurrido, igual de maravilloso. Lee el resto de esta entrada »

Por fin, profesores valientes envían a tomar por saco toda esa teoría pedagógica moderna que pretende convencernos de que no es posible educar a un alumno, si no se conocen innovadoras técnicas de resolución de conflictos, complicadas estrategias de acción tutorial, o métodos absurdos para la adquisición de habilidades de todo tipo. ¡Bobadas! Nada mejor que una hostia a tiempo. Lee el resto de esta entrada »

Juanjo, estudiante del máster de Secundaria, se despide de sus alumnos una vez finalizadas las prácticas en el instituto. En un intento por contribuir a su formación como docente, un chico le entrega la carta que reproduzco. Obviando la despedida en Inglés, que merece comentario aparte, ¿nos aporta alguna idea? Lee el resto de esta entrada »

Existen muchos tipos de profesores y profesoras, cada día tenemos la oportunidad de comprobarlo en nuestros centros.  Juan Vaello, un compañero, lo ha escrito de manera muy acertada en uno de sus libros: «Las habilidades sociales en el aula«, cuya lectura recomiendo. Lee el resto de esta entrada »

Ayer escuché a una compañera decir que ya estaba bien de tanta democracia y tanta tontería, que lo que hacía falta era que alguien la autorizara para pegar dos hostias a más de uno, y se terminaban los problemas de convivencia. Lee el resto de esta entrada »

La primera obligación del preso es escapar, y del alumno, evadirse. Cárcel y escuela comparten métodos y objetivos, modelo y sistema. Lee el resto de esta entrada »

La enciclopedia Álvarez, intuitiva, sintética y práctica, como la definía su autor, fue el texto educativo único con el que toda una generación de niños de la dictadura aprendimos a creer en Dios, a amar a España, y a conocer una curiosa versión de su historia, repleta de lagunas que cada cual hemos intentado rellenar por nuestra cuenta. Lee el resto de esta entrada »

Maria Ángeles fue mi primera profesora de Lengua y Literatura en el instituto; bajita, delgada, no daba sensación de gran fortaleza física, pero le bastaba una mirada para silenciar y mantener en orden la clase.

Fuertes taconazos en el suelo del pasillo anunciaban cada día su llegada y, a medida que se aproximaba al aula, todos ocupábamos precipitadamente nuestro sitio. Cuando entraba en clase dejábamos de respirar, agachábamos la cabeza, la mirada fija en el libro, nos hacíamos pequeñitos confiando en no ser vistos.

Se sentaba ceremoniosamente en su silla de profesora, sacaba un bolígrafo del estuche, abría su libro de notas y, durante treinta segundos de infarto, se entretenía en pasar una a una las hojas, sin prisa, sabedora del terror que provocaba en nosotros. Lee el resto de esta entrada »

Célestin Freinet nació en Gars, Francia, en 1896 y murió en Vence, en 1966. Fue un pedagogo innovador que desde su escuela rural en la pequeña localidad de Bar-sur-Loup, en la Provenza, revolucionó la educación de la primera mitad del siglo XX. Su primera gran innovación técnica, la de la imprenta en la escuela (1925) se extendió por todo el mundo, y todavía hoy goza de un reconocimiento importante.
Concebía al niño como un sujeto único al que la pedagogía tenía la obligación de ayudar en su proceso de formación, desde la superación del intelectualismo de la vieja escuela, a través de la valoración del juego-trabajo.
De su obra «Parábolas para una pedagogía popular» (1959) extraigo este capítulo que titula «La escuela del sorche», que expresa su idea respecto al cambio que debía producirse en las escuelas.

«A principios de siglo hemos conocido la era del sorche, en la época en que las guerras todavía no habían empañado los capotes y los botones, en que los cantantes entonaban l’ami Bidasse, mientras los jóvenes de permiso repetían a las muchachas boquiabiertas sus aventuras del cuartel como exploradores que contaran sus hazañas en el país de los pigmeos y de los caníbales.
Repetían «la teoría» del cabo que explica a sus soldados inmóviles y mudos todas las piezas del fusil Gras o Lebel. El cabo se había aprendido la lista de memoria. A veces se equivocaba de pieza, señalando el punto de mira cuando hablaba del alza, pero «la teoría» era justa y era lo esencial. La finalidad de «la teoría» no era aprender a conocer o manejar el fusil, sino aprender «la teoría». La manipulación del fusil es otro asunto completamente distinto.
Era la época del firmes y del dedo pequeño en la costura del pantalón.
– Vosotros, los del fondo, ¿tenéis algo que decir? ¡A ver si os calláis, o iréis a chirona!
– ¡Antes de hablar a un superior, rectificad la posición!
– ¡Silencio en las filas!
Esta disciplina propia de revistas de music-hall ha desaparecido del ejército y del cuartel. La guerra la ha matado.
Se ha refugiado en la escuela que, insensible a las guerras y a los bombardeos, ha permanecido en la era del sorche, de «la teoría», y del sable desenvainado.
Para desatar las manos de la espalda y sacudir las filas haría falta, como para el ejército, un maremoto que dividiera la escuela en tiradores, que diera preponderancia a la iniciativa y al ingenio sobre la forma de las palabras, la rigidez de los gestos y el prestigio de la autoridad, y que lanzara a maestros y alumnos a una aventura común en la que, para salvarse, fuera necesario codearse y tutearse.
Es necesaria la aventura de la vida».

Si os apetece conocer algo más de su teoría pedagógica, lo mejor es que leáis alguna de sus obras, entre otras:
Consejos a los maestros jóvenes. Barcelona, Laia (1982)
El diario escolar. Barcelona, Laia (1981)
La educación moral y cívica. Barcelona, Laia (1979)
El método natural de lectura. Barcelona, Laia (1981)
Los planes de trabajo. Barcelona, Laia (1979)
Por una escuela del pueblo. Barcelona, Laia (1982)
La lectura en la escuela por medio de la imprenta. Barcelona, Laia (1979)

La directora de mi centro, cuyo sentido de la realidad pedagógica y organizativa compensa mi irreductible tendencia al idealismo, me aconseja con frecuencia cambiar el guión de las ponencias de los cursos de formación en que participo.

Acostumbro a hablar en ellos, entre otras cosas, de la necesidad de fomentar la participación de todos los sectores implicados en el proceso educativo, y de las ventajas de propiciar un modelo de funcionamiento democrático en el centro. Sin embargo, de vez en cuando escucho un «ya te lo dije», que me devuelve a la cruda realidad, cuando comentamos algún episodio que nos demuestra lo difícil que resulta desarrollar esta idea. 

¿Por qué?

En primer lugar, porque somos los profesores quienes debemos permitir y animar estos modelos de funcionamiento democrático y participativo en las escuelas e institutos, y no siempre creemos en ello, bien sea por una visión  restrictiva del hecho educativo, o por desconfianza hacia quienes mejor podrían apoyar nuestra labor: familias y alumnado. 

En segundo lugar, por nuestra falta de competencia en este tema, derivada de una deficiente formación inicial y una inadecuada e insuficiente oferta de formación permanente.

En tercer lugar, por nuestra resistencia a cambiar metodologías que, aunque sabemos que no nos proporcionan el resultado apetecido, nos permiten sentirnos cómodos y seguros en el trabajo diario en las aulas.

En cuarto lugar, porque tenemos miedo a perder la autoridad que, por otro lado, y utilizando modelos distintos al que propongo, ya hace años que decimos que hemos perdido.

En quinto lugar, porque no estamos dispuestos a renunciar a algunas de esas ventajas que consideramos propias del docente,  ¿hace falta aclarar más?.

Y, por último, porque los resultados positivos de introducir en los centros un modelo de participación como el que defiendo no se aprecian de manera inmediata, sino a medio y largo plazo. Esto nos pone nerviosos, no tenemos tanto tiempo para educar en según qué valores y, además, para eso disponemos de un buen catálogo de medidas disciplinarias que resuelven el más mínimo  incidente en el momento.

He vuelto a disfrutar con la lectura de un libro que algún profesor de pedagogía me recomendó leer hace años, motivo por el cual siempre le estaré agradecido.  Se trata de «La vida en las aulas», de Philip W. Jackson, un texto clásico que desde entonces he considerado de obligada lectura  para todos cuantos nos dedicamos a la enseñanza.
Jackson, iniciador de la teoría del currículum oculto, realiza un análisis extraordinario de diversas cuestiones relacionadas con la vida en la escuela, y lo hace centrándose en cuestiones muy prácticas, alejadas de teorías pedagógicas basadas en la aplicación de tests u otro tipo de pruebas de laboratorio, de las que huye para centrarse en el conocimiento de lo que sucede en el día a día de las aulas.

– Concepto de obligación vs. voluntariedad
Se refiere a la escuela como una institución en la que no se está por propia voluntad, como tampoco uno decide ingresar voluntariamente en otras instituciones como la cárcel, un psiquiátrico, etc.
Considera que aprender a vivir en la escuela implica aprender a renunciar a los propios deseos, a saber esperar antes de que se cumplan, con el punto de frustración que esto implica si después no se ven cum plidos.

– La evaluación.
Analiza el papel del alumno como sujeto en permanente estado de evaluación: de su trabajo académico, de su adaptación a la institución, de sus cualidades personales, etc.
Es evaluado por el profesor de múltiples maneras y en diversas facetas, pero también lo evalúan sus compañeros, y se evalúa él mismo, lo que en determinadas circunstancias le hace ser consciente de su propio fracaso.

– La motivación.
Extrínseca: el alumno realiza las tareas pensando en el premio de las buenas notas y la aprobación del profesor.
Intrínseca: conseguir que realice las tareas de clase por la satisfacción que brota del trabajo mismo.

– La autoridad.
En la escuela es ejercida por el profesor, una persona extraña, que ejerce una autoridad restrictiva y preceptiva; a diferencia de los padres, personas cercanas que ejercen una autoridad restrictiva.
Los alumnos se ven sometidos de manera involuntaria a la institución y, en ocasiones, han de soportar la ira del profesor, que se manifiesta más cuando se trata de una violación de normas institucionales que cuando el alumno presenta problemas de aprendizaje.
Esta circunstancia lleva al alumno a desarrollar el hábito de desafiar a la autoridad y poner en cuestión el valor de la tradición, aspectos representados en la figura del profesor.

He encontrado una reflexión muy interesante sobre este tema y otros relacionados con la educación en  http://peuma.unblog.fr/2007/09/20/a-proposito-de-la-vida-en-las-aulas/, un blog que recomiendo, y cuya dirección tenéis también en mi Blogroll.


Me apasiona la pedagogía, actividad a la que me he dedicado profesionalmente.
También me gusta opinar y debatir sobre temas de política y actualidad.
De estos dos intereses, y del deseo de no mezclarlos, aunque estén íntimamente relacionados, nacen estos blogs que te invito a descubrir, y en los que te animo a participar con tus comentarios.

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