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Posts Tagged ‘conflicto

Matar a un profesor es fácil, siempre vamos desarmados y no resulta difícil acercarse hasta nosotros. Nuestra única defensa frente a cualquier agresión es la palabra, la búsqueda de un argumento que desmonte al atacante, llamar a la reflexión, la cordura, la decencia, la sensatez, la razón. Lee el resto de esta entrada »

Querido Álex, no te enfades, para eso estamos nosotros, para enfadarnos contigo, para expulsarte del aula a la mínima que hagas, para hacértelo difícil, esperar que un día te rindas, abandones y nos dejes avanzar. Lee el resto de esta entrada »

Tenía trece años, era el más pequeño de una familia numerosa en la que la madre ejercía de madre y padre, cuando el trabajo se lo permitía y en la que cada cual sobrevivía como podía, sin tener en cuenta al otro. Le gustaba faltar a clase y acercarse a la valla del colegio a la hora del recreo, para alardear ante sus compañeros de que las normas no iban con él y de su habilidad con la bicicleta. Le llamaban el Raspa por su corta estatura, su delgadez extrema, su manera nerviosa, atropellada de hablar y su forma alocada de moverse y actuar. Jamás pensaba en las consecuencias de lo que decía o hacía, siempre dispuesto a divertirse en el patio y en clase a costa del mosqueo del profesor o el cabreo de los compañeros que sufrían sus «gracias», sus insultos y sus continuas provocaciones. Lee el resto de esta entrada »

¿Alguna vez te has sentido feliz ante el examen en blanco de un alumno o alumna y has pensado «mejor, así termino antes»?

¿Has notado el placer de tachar en rojo una respuesta errónea, o encuadrar en el folio la nota de un examen por debajo de cinco? Lee el resto de esta entrada »

Arantxa me alegró el día, la semana y, probablemente, todo el segundo trimestre, sin que fuera consciente de ello. O sí.

Era viernes, una y pico de la tarde, no había salido del aula desde las ocho y cuarto de la mañana. Todos estábamos cansados y aún nos quedaba una clase. Lee el resto de esta entrada »

Carla ha llegado este curso al instituto, tiene doce años, es una niña alegre, aunque de lágrima fácil, vivaracha, acostumbrada a dar y recibir cariño, habituada a un entorno en el que su felicidad siempre es lo más importante. Ríe mucho, de manera explosiva, ruidosa, sin miedo ni complejos. Pregunta lo que quiere y, a veces, cuando quiere, con la inocencia y el descaro de quien busca respuestas porque desea saber.

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Alumnos y alumnas de Filosofía de 1º de Bachillerato me invitan a un debate sobre el currículo. Opinan de él que es cerrado en exceso, rígido, que no favorece la creatividad, enemigo absoluto de la innovación, alejado del tiempo y del mundo que viven, sin otro objetivo que el de perpetuar un modelo social muy injusto, que desean cambiar. Lee el resto de esta entrada »

Existen muchos tipos de profesores y profesoras, cada día tenemos la oportunidad de comprobarlo en nuestros centros.  Juan Vaello, un compañero, lo ha escrito de manera muy acertada en uno de sus libros: «Las habilidades sociales en el aula«, cuya lectura recomiendo. Lee el resto de esta entrada »

Hoy mismo, una compañera me planteaba la necesidad de llegar a acuerdos de centro  que permitieran adoptar medidas respecto al alumnado que no quiere hacer nada, desbarata las clases, amarga la existencia al profesorado, y plantea de manera continuada problemas de convivencia. Lee el resto de esta entrada »

Dicen quienes saben de esto que existen dos tipos de agresividad: la innata, y la provocada por las características del medio ambiente en el que nos desarrollamos. En este segundo grupo, hay quienes entienden que los comportamientos agresivos se producen  como respuesta a la frustración, y quienes opinan que son aprendidos, que se adquieren por imitación. Lee el resto de esta entrada »

Algunos de los problemas de convivencia que se producen en las aulas podrían evitarse si el profesorado poseyera determinadas habilidades sociales y pusiera en práctica estrategias adecuadas de prevención y gestión de la clase. Lee el resto de esta entrada »

William Glasser, psiquiatra norteamericano interesado en el estudio del comportamiento humano, y en cómo la educación contribuye a conformar en cada persona una manera determinada de ser, ha establecido una conocida relación que trata de explicar cómo aprendemos.

El 10% de lo que leemos
El 20 %de lo que oímos
El 30% de lo que vemos
El 40% de lo que vemos y oímos
El 70% de lo que discutimos con los demás
El 80% de lo que hacemos
El 95% de lo que enseñamos a otra persona

Esta tarde salíamos del instituto, finalizada la jornada lectiva, y una compañera que me ha escuchado muchas veces hablar de lo importante que resulta trabajar las tutorías de manera activa, me ha contado el cambio que ha notado en su grupo de alumnos desde hace algún tiempo; en concreto, desde que empezó a plantear la tutoría como un trabajo en equipo en el que, por ejemplo, dramatizan escenas breves sobre temas que les interesa: piensan de qué quieren hablar, seleccionan la idea más aceptada, proponen personajes y escenario, escriben diálogos, ensayan, ponen en escena, graban, analizan…

Asegura que encuentra a los alumnos más motivados, y no sólo en la hora de tutoría, sino en el resto de clases, en las que han disminuído las pérdidas de tiempo, las discusiones y enfrentamientos, y resulta más fácil trabajar con ellos.

Según me explica ha llegado al convencimiento de que lo mejor para conseguir que aprendan es dejarles «hacer cosas», y no sólo decirles cómo se hacen.

Al saber hacer, a la capacidad para aplicar lo que aprendemos, se le llama ahora «competencia». ¿Es necesario que alguien lo escriba en un texto pedagógico, o lo publique en una ley de educación para que nos lo creamos?

El sentido común y la práctica diaria nos demuestra que es así. ¿Por qué, entonces, opone el profesorado tanta resistencia a pasar del «leer, ver y oir»  con el que tradicionalmente hemos enseñado, al «animar a la acción», que parece que es lo que motiva, previene conflictos en el aula, y asegura mejores resultados?

Adjunto un documento para nostálgicos, para aquellos que sueñan con tiempos mejores en los que el maestro / la maestra era toda una institución.

Eran tiempos de hambre, «se pasaba más que un maestro de escuela», pero se valoraba su trabajo, dicen algunos, y no se discutía su autoridad, los conflictos se resolvían sin mediadores, las familias apoyaban, y nadie se planteaba si se instruía o se educaba, sencillamente, se enseñaba.

El documento en cuestión es un contrato de maestra, y las cláusulas del mismo son para echarse a temblar, impensable en nuestros días. Pero exprimamos la idea: ¿qué pasaría si, ajustando los términos a las circunstancias y exigencias actuales, hubiéramos de comprometernos por escrito con unos mínimos laborales de los que responder periódicamente, y de cuya evaluación se derivaran, por ejemplo, diferencias de sueldo, mérito, promoción profesional, etc.?, ¿ayudaría en algo a mejorar el sistema?

Estoy a favor de la estabilidad, pero en contra de la impunidad laboral y la inmunidad normativa que comporta aprobar una oposición y convertirse en funcionario.

Disfrutad de la lectura.

contratodemaestra

Al hablar de curriculum oculto nos referimos a esa variedad de conceptos, significados, comportamientos, actitudes, modelos de relación, valores, que el profesor transmite de manera no consciente o voluntaria, sin haber sido programados como se programan los contenidos de las unidades que explicamos en clase.

En muchas ocasiones, la influencia de este curriculum oculto en la formación del alumno es más importante que cualquiera de los contenidos conscientemente programados y transmitidos por el profesor.

Cómo abordamos un conflicto en el aula, intentando que del mismo se deriven consecuencias positivas, el estilo de comunicación que fomentamos, ser consecuentes con lo que decimos y hacemos, exigir y autoexigirnos, el respeto en todas sus formas que somos capaces de transmitir, el rigor en nuestro comportamiento, y la profesionalidad y aprecio que mostremos por nuestro trabajo, son cuestiones que nos hacen creíbles frente al alumno, nos prestigian, nos dotan de autoridad y, si los gestionamos adecuadamente, se transforman en propuestas enriquecedoras del proceso de enseñanza – aprendizaje.

Alguien dijo: «las palabras mueven, los ejemplos arrastran»; en nuestra profesión, debería ser ésta una máxima de obligado cumplimiento. A veces, un silencio, una mirada, un gesto cómplice, una breve charla después de clase, una segunda oportunidad que no se ha pedido, escuchar antes de dar por sentado, aclarar si se ha dado por sentado lo que no era, reconocer un error, entregar la nota de un examen en el plazo que se dijo, ser puntuales a la hora de entrar a clase; en definitiva, mostrarse humano y honesto será la mejor enseñanza que podamos ofrecer a nuestros alumnos, y el aprendizaje previo que necesitan para facilitar «los otros» aprendizajes.

Puede parecer excesivo pero, por acción u omisión, seguro que ya lo hacemos y, aunque no seamos conscientes, nuestros alumnos lo aprenden de nosotros.


Me apasiona la pedagogía, actividad a la que me he dedicado profesionalmente.
También me gusta opinar y debatir sobre temas de política y actualidad.
De estos dos intereses, y del deseo de no mezclarlos, aunque estén íntimamente relacionados, nacen estos blogs que te invito a descubrir, y en los que te animo a participar con tus comentarios.

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