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      Tengo la costumbre, no sé si buena o mala, de añadir al convencional buenos días o tardes una pregunta retórica, «¿estás contento, eres feliz?», cuando saludo a compañeros y compañeras que me importan. La respuesta habitual suele venir acompañada de algún comentario gracioso, alguna broma, o algún suspiro profundo que a veces interpreto como un cariñoso «dame paciencia, señor, con este tío«. Lee el resto de esta entrada »

Son las 8.20, los primeros alumnos y alumnas entran en el aula. Aunque es cierto que suelen mostrarse más tranquilos a esta hora de la mañana, no están dormidos. Antes de sentarse, algunos de ellos organizan pequeños corrillos en los que tratan cuestiones de una urgencia y un interés extraordinario, a juzgar por la dificultad para disolverlos y poder empezar la clase. Lee el resto de esta entrada »

Los últimos días de curso tienen un componente catártico que me asusta. Profesorado, familias y alumnado experimentamos una curiosa transformación, desaparecen inhibiciones, superamos temores, y permitimos que afloren instintos mantenidos a raya diez meses, y  exhibidos ahora sin recato. Lee el resto de esta entrada »

He escuchado en la radio al doctor Joan Pere Barret, jefe del servicio de cirugía plástica y quemados del hospital Vall d’Hebron, de Barcelona, que ha realizado una operación de trasplante de cara de una dificultad técnica extraordinaria, sustituyendo más del 75% del rostro del paciente. Lee el resto de esta entrada »

Llevo unos días muy nervioso con este asunto del velo de Najwa. Me inquieta el hecho de que se le haya expulsado del instituto en el que estudiaba por llevar un pañuelo en la cabeza, y me repugna el comportamiento del consejo escolar del centro que reformó de manera precipitada su reglamento de régimen interno, para evitar su admisión. Lee el resto de esta entrada »

Una alumna del máster de Secundaria me ha comentado esta mañana, después de una clase con un grupo «difícil», que le encanta la enseñanza y que tiene claro que ésta es la profesión a la que le gustaría dedicarse. Ha mostrado además su preferencia por la Secundaria, etapa en la que considera que se produce una relación más rica e intensa entre el profesorado y el alumnado, algo que echa de menos en el Bachillerato. Lee el resto de esta entrada »

Es su primer año en el instituto, no le doy clase y, como es una de esas alumnas que van a lo suyo, intentando cumplir con su trabajo, evitando meterse en líos, nunca antes me había fijado en ella.

Entró en el despacho acompañada por otro alumno de segundo curso al que sí reconocí enseguida. Pregunté qué les pasaba y, después de mirarse el uno al otro varias veces, como invitándose mutuamente a contar lo sucedido, fue  él quien se animó a explicar el problema que  ella había tenido unos días antes.

Alguien le había quitado su mochila durante el tiempo de recreo, dejándole los libros de texto, pero llevándose el móvil y un estuche que guardaba en su interior. Ahora, creía haber visto la mochila en el patio, pero no conocía al alumno que se había apropiado de ella, y pedía que le ayudara a recuperarla.

Le pregunté por qué no había venido a denunciar el robo inmediatamente, lo que hubiera permitido descubrir al autor y solucionar el problema más fácilmente, y me respondió que no lo había hecho porque tenía miedo.

– Miedo de qué, le pregunté, ¿piensas que se va a meter contigo cuando descubramos quién es y le obliguemos a devolver lo que es tuyo?

– No, no es por eso, me dijo.

– ¿Entonces, de qué tenías miedo?

– De ti. Pensaba que si te lo decía me echarías la bronca y te enfadarías conmigo.

Después de hablar con el alumno que le había quitado la mochila, y acordar con su madre las medidas a adoptar, de acuerdo con nuestro reglamento de régimen interior, recuperamos lo robado, se aplicó la sanción correspondiente, y el problema quedó resuelto.

Caso cerrado, herida abierta. Después de muchos años de docencia, todavía hay situaciones a las que no me acostumbro, comentarios que no supero, y sentimientos que no digiero. Ha pasado una semana, me sigo sintiendo triste, y aún le doy vueltas, ¿es normal que esto suceda?

A veces, mientras doy clase, me siento incómodo. Miro a mis alumnos, uno detrás de otro, perfectamente alineados en columnas de uno o dos, tres la columna central, la mesa del profesor delante de ellos, detrás de la mesa, yo, detrás de mí la pizarra. Me giro a escribir en ella, explico el tema que toca, pregunto, contestan, señalo dos ejercicios de una página cualquiera, los hacen en la libreta, corregimos, mando el deber para casa, mañana examen, recogen, se levantan, salen de clase, … ¡siguientes!

El aula es más luminosa, y el mobiliario moderno, pero la escena es la misma de mis años de instituto. Nada es igual que era entonces, salgo al patio, no hay alumno sin móvil en el bolsillo, sin una Nintendo en casa, internet, o PSP, juegan con la Wii, la tele, el ordenador, chatean, envían mensajes, descargan música y vídeos, los MP3 y 4, el pen drive, el USB …

No se controlan en clase, molestan, no se interesan, fracasan, pasamos pruebas, diagnóstico: déficit de atención. No hablamos el mismo idioma, no nos pueden entender, ellos pisan el futuro, y nosotros empeñados en enseñar como ayer.

Os dejo este vídeo que trata el tema, en inglés, claro, estamos en Valencia.

Hace unos días sorprendí a dos alumnos que escapaban del instituto antes de terminar las clases. Son alumnos repetidores de 2º de E.S.O. cuya actitud hacia el estudio y su comportamiento dejan mucho que desear. No es la primera vez que actúan así, por lo que llamé inmediatamente a sus padres, les conté lo sucedido y les pedí su colaboración para intentar conseguir juntos un cambio de conducta en sus hijos.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando, lejos de recibir la respuesta que esperaba, justificaron su acción en el hecho de que eran vísperas de fiesta y habían salido a ver la mascletà. De nada sirvió mi insistencia en el riesgo en que incurrían ellos y la responsabilidad en que nos hacían incurrir a nosotros saltando la valla del instituto, o en el hecho de que lo que necesitaban no era faltar a clase, sino esforzarse un punto por encima de los demás, para recuperar el terreno perdido.

Total, si sólo serían dos clases, y era por la mascletà. (¡!)

Colgué el teléfono invadido por una enorme, e incomprensible a mis años, sensación de frustración.

¿Cómo conseguir que estos chicos valoren lo que para sus padres carece de valor?. ¿En qué punto hemos perdido aquel entusiasmo, (o era desesperación), con que nuestros padres nos animaban a estudiar porque querían para nosotros una vida mejor?, ¿Podemos aún convencerles de que el estudio es una opción?

Me cuentan, quienes lo saben, que nuestro ínclito conseller de educación estuvo hace unos días en Lliria, población cercana a Valencia (para quienes no sean de la zona), poníendo la primera piedra del nuevo instituto Laurona, que reemplazará al actual, obsoleto desde hace años.

Mientras duren las obras, calculen dos años mínimo, alumnos y profesores compartirán clase en esos barracones de ensueño de los que habla Font de Mora, que tanto abundan en la Comunidad Valenciana.

El señor conseller, que como cualquier político aprovecha la más mínima ocasión para promocionarse en prensa, radio y televisión, esta vez puso la piedra de incógnito. No sé si esta renuncia a la pompa, boato y tradicional peloteo de adláteres, pudo deberse a que precisamente ese día los coquetos y confortables barracones permanecían inundados a causa de las últimas lluvias; o tal vez fuera el temor a un recibimiento hostil por parte de la comunidad educativa, que anda revuelta estos días preparándole concentraciones, encierros y huelgas para afearle su pésima gestión, el caso es que el personaje llegó, la puso y marchó.

Seguro que sus asesores de inauguraciones, viajes, festejos y varios no son los que le asesoran en cuestiones académicas; una pena, porque si alguien le explicara el valor de la discreción, el buen orden y equilibrio, no andaríamos a estas horas perdidos en los jardines que este hombre nos ha metido.

El próximo miércoles participo como ponente en un seminario sobre tutoría que organiza FOREM. Entre otras cuestiones, están interesados en que comente las diferencias en el ejercicio de la misma en primaria y secundaria.

Había preparado la ponencia basándome en un análisis centrado en características específicas del alumnado de una y otra etapa, pero creo que no me sirve. Es cierto que los alumnos son distintos en edad, intereses, motivación, actitud ante el estudio, capacidad de relación, etc., pero es el profesor quien decide por qué y en qué medida ha de ser diferente su trabajo como tutor.

Cuando alguien estudia magisterio está claro que sabe a qué se quiere dedicar, hay una intención clara por el ejercicio de una actividad profesional concreta; por el contrario, quien estudia derecho puede optar a la judicatura, opositar a notaría, montar un despacho, dedicarse a algún tipo de asesoramiento legal, etc. Igual sucede con otros estudios que, aunque en ocasiones no tienen una salida laboral fácil, sí permiten aspirar a otros trabajos distintos a la enseñanza. La intención con que se ha elegido estudiar una u otra carrera tiene importancia a la hora de afrontar el trabajo en una escuela o instituto.

Por otra parte, un maestro sabe que no le queda más remedio que ser tutor desde el primer día de ejercicio de su profesión, la única duda cuando llega a un colegio es si lo será de primero, tercero o quinto, pero no si podrá dejar de serlo.

El profesor de secundaria, por el contrario, sí tiene esa opción, y es bastante habitual que, si puede, elija no ser tutor. En los institutos suele ser frecuente adjudicar las tutorías a los compañeros que llegan nuevos, interinos, en comisión de servicio, e incluso a quienes tienen un horario a tiempo parcial.

Parece evidente que la motivación, en uno y otro caso, no será la misma.

Las funciones del tutor en primaria y secundaria son similares, por lo que en mi opinión el origen de esta interpretación diferente de la acción tutorial no está tanto en las características distintas del alumnado, a las que pueden adaptarse las actuaciones, sino a la intención y motivación con que los docentes llegan a una y otra etapa.


Me apasiona la pedagogía, actividad a la que me he dedicado profesionalmente.
También me gusta opinar y debatir sobre temas de política y actualidad.
De estos dos intereses, y del deseo de no mezclarlos, aunque estén íntimamente relacionados, nacen estos blogs que te invito a descubrir, y en los que te animo a participar con tus comentarios.

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