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¿Perjudica la escuela la salud mental del docente?

Posted on: 21 abril 2010

Una alumna del máster de Secundaria me ha comentado esta mañana, después de una clase con un grupo «difícil», que le encanta la enseñanza y que tiene claro que ésta es la profesión a la que le gustaría dedicarse. Ha mostrado además su preferencia por la Secundaria, etapa en la que considera que se produce una relación más rica e intensa entre el profesorado y el alumnado, algo que echa de menos en el Bachillerato.

Se da la circunstancia de que esta futura profesora ha sido antes alumna del instituto en el que ahora realiza sus prácticas. Este hecho, y la voluntad con la que afirma su vocación docente, algo que considero de extraordinaria importancia para el desempeño de esta profesión, me lleva a reproducir un texto del libro de Véronique Bouzou, «Ces profs qu’on assassine» (en Francés, no sé si puede encontrarse en español), que estoy leyendo. Creo que no estoy de acuerdo con su planteamiento, pero su reflexión merece ser tenida en cuenta por quienes hace años nos dedicamos a la docencia, y por quienes aspiran a dedicarse a ella.

«Para percibir en profundidad toda la gravedad del malestar docente, conviene preguntarse en primer lugar por qué se ha elegido ejercer este trabajo.

Para los más idealistas, que consideran que la escuela les ha dado todo, el deseo más fuerte es el de pasar el testigo a los más jóvenes. Pero los profesores van de desilusión en desilusión constatando que la imagen «noble» que tenían de su oficio no existe en la realidad. Terminan por sentirse inútiles al verse constantemente dificultados para ejercer su tarea. A menudo tienen la amarga impresión de que sus alumnos no aprenden nada y que los buenos son descuidados en beneficio de los malos, que monopolizan toda su atención.

Este sentimiento de injusticia les corroe por dentro. Son afectados por un síndrome muy real para el que todavía no se ha encontrado nombre, pero cuyas consecuencias son similares al paso obligado bajo una ducha de agua fría. Un verdadero puñetazo en el estómago que te descubre la ruina del sistema educativo.

Podríamos preguntarnos, incluso, si no entrarían en juego razones de orden psicoanalítico para explicar las neurosis de los docentes. En efecto, buen número de profesores no han conocido otro universo que la escuela. Algunos de ellos enseñan, incluso, en el colegio o instituto en el que estudiaron como alumnos. ¿No hay mucho de infantilización en este oficio? ¿Pasar toda la vida en la escuela puede volvernos locos? Es para pensarlo… Cuando un docente no cree en lo que hace todo su mundo se viene abajo. La burbuja protectora bajo la que creía encontrarse se rompe, y su estado mental padece intensamente«.

También, sobre el tema de la vocación docente y la decisión de ser profesor-profesora: https://iessecundaria.wordpress.com/2009/10/20/%c2%bfpor-que-nos-dedicamos-a-la-ensenanza/

https://iessecundaria.wordpress.com/2009/04/20/el-eros-pedagogico/

https://iessecundaria.wordpress.com/2009/12/01/amor-y-odio-en-las-aulas/

9 respuestas to "¿Perjudica la escuela la salud mental del docente?"

[…] This post was mentioned on Twitter by educrego. educrego said: A importancia para un docente de crer no que fai http://bit.ly/bS2kVl (do meu lector de feeds) […]

Bueno, discrepo bastante de ese análisis. Muchas de esas vocaciones frustradas proceden de un fallido intento de recuperar la juventud, como si en los alumnos se fuese a encontrar uno el adolescente que fue. Buena parte del desencanto proviene de la comparación entre los tiempos pasados y los que nos toca vivir; como si el maquinista del AVE echase de menos dar paletadas de carbón alegando que aquello era vocación, esfuerzo y sacrificio…
Somos docentes, vivimos en el siglo XXI, la sociedad no está diseñada al dictado de nuestras nostalgias, existen otros oficios menos arriesgados, como oficinista, albañil, recolector de fresas… (repítanse estas frases un par de veces al día para curar el burn-out)

– Antonio, hoy he dormido mucho y debe ser por eso que no entiendo bien tu comentario. -«¿Pasar toda la vida en la escuela puede volvernos locos? Es para pensarlo…» Yo sí necesito pensarlo de vez en cuando.

Acabo de ver un vídeo de Jordi Adell en el que nos plantea recordar por qué elegimos esta profesión. Nos puede ayudar a recuperar energía. http://goo.gl/b1z0

A estas alturas de curso las cosas se ponen un poco más difíciles. Es tiempo de cosecha y esta huerta nuestra no nos permite empezar a ver los frutos. El cansancio, el calor, el absentismo, el stress, … engordan. Nos preguntamos cómo será la cosecha y … Estamos ya con una patita en el curso siguiente. Especialmente si sabemos que vamos a cambiar de IES, como es mi caso. Por fin, 20 años después de aprobar, encontré plaza cerca de casa. Será mi nueva vida.

«Cuando un docente no cree en lo que hace todo su mundo se viene abajo», dices. Renovar y actualizar nuestras creencias no es tarea fácil, especialmente si no se hace en equipo.

Soy consciente que como maestra en un IES «de difícil desempeño», algunos días 5 horas en el primer ciclo, ando algo «tocada». Mi medicina: venir aquí, leer tus artículos, pensar un poco y seguir.

Es posible, Antonio, que la causa del desencanto docente sea ésa, en muchos casos. Las aulas pueden llegar a convertirse en el espacio en el que muchos profesores pretendemos conseguir lo que no encontramos fuera y, si también aquí fallamos, el descalabro emocional puede ser de órdago.
Hay quienes también nos dedicamos a esto para remediar, en la medida de nuestras posibilidades y con las dificultades que ello entraña, las barbaridades que cometieron con nosotros. En ese caso, intentamos que nuestros alumnos «disfruten» del profesor que no tuvimos. Si los alumnos no ayudan a desarrollar la idea, la sensación de frustración puede resultar también demoledora.
En cualquier caso, me quedo con tu mantra, para cuando el último recurso falle.

Yolanda, creo que sí, que un poco «tocados» sí que acabamos. Repetimos tantas veces y tantos años lo mismo, sin tener la seguridad de que el esfuerzo dará resultado… Y, efectivamente, aun en el caso de que tanta insistencia se refleje en la manera de ser y actuar del alumnado, casi nunca llegamos a tiempo de verlo. Tal vez, la clave sea la que tú misma planteas, no seguir trabajando solos, que es un vicio, un mal hábito docente, y obtener otro tipo de satisfacciones laborales complementarias a las que produce el trabajo con los alumnos: relación con los compañeros, investigación, innovación, etc. Los equipos pueden ayudar a que todo funcione mejor, y a que quienes los formamos tengamos más puntos de apoyo, si llega el caso.
Pero, bueno, seguro que con tu cambio de centro el próximo curso te reinventas, partes con energías renovadas, y disfrutas de la posibilidad de iniciar algo nuevo con la ventaja que da la experiencia. Enhorabuena, y suerte.

Me gusta todo lo que tiene que ver con la educación y la docencia es parte fundamental en ella, después de los padres ¡claro! ¿o no?
te lo copio para republica-rlo ¿Me dejas?
Buen día ¡ah! Llegué a través de Júcaro
PAQUITA

Encantado de encontrarte por aquí, más todavía si me dices que compartimos intereses. No tengo inconveniente en que republiques, o «republica-ques» en tu página lo que creas que vale la pena.
Un saludo.

La profesión docente, en mi opinión, no puede entenderse desde una perspectiva reproductiva de esquemas previamente experimentados, de caminos que otros abrieron cuando nos tocó la etapa estudiantil y que de alguna forma nos puede llevar a la tentadora clonificación de prácticas rutinarias y caducas. Tampoco podemos ser tan ingenuos como para pensar que este trabajo sobre gente joven nos va seguir prolongando en la vida la sensación del “ for ever young “ deteniendo el paso del tiempo.
Todas las profesiones conllevan rutinas, repetición de estrategias, uso de instrumental concreto y pautas dentro de parámetros predecibles. Es cierto que en la nuestra también hay, en mayor o menor medida, algo de esto. Tampoco es menos cierto que con el paso del tiempo hay colegas que ingresan en las filas del “ burn out “ mientras otros crecen un poco cada día, se adaptan a las circunstancias y demandas cambiantes, no permiten que las contrariedades propias del día a día les afecten, no piensan obsesivamente cuándo comienzan las próximas vacaciones ni tampoco celebran con gozo cuando sus alumnos del PCPI se van de prácticas en empresas.
Creo que es necesario tener muy claro qué hacemos y a dónde queremos ir – pero claro, en plural, porque solos no vamos – para, a continuación, trazar caminos variados, diferentes y hasta divertidos, pero convergentes.
Se impone la búsqueda y mantenimiento de la sanidad mental y emocional como “ maratón de la vida “. Esto creo verlo cuando alguien, tras una dilatada vida profesional, te dice “ Yo soy, afortunadamente, en lo profesional, muy distinto ahora que hace quince años y muchísimo más que cuando empecé en educación hace…..años.”

Sin duda, Juan, podríamos elaborar un extenso catálogo de «perfiles docentes», en los que veríamos reflejados no sólo los motivos que a cada cual nos llevaron a ejercer este trabajo, sino también el momento profesional en que nos encontramos. Tal vez simplificando en exceso, diré que descubriríamos profesores noveles casi quemados, y veteranos ilusionados.
Creo que la clave está en algo que tú planteas, la opción de acudir cada día al instituto a ejercer un trabajo rutinario, o la decisión de convertir cada jornada en una pequeña e inesperada aventura con la que quieres disfrutar, y hacer disfrutar a quienes la viven contigo.

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