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El poder que da la nota

Posted on: 28 marzo 2011

No dejan de sorprenderme las sesiones de evaluación, a pesar de los años que llevo en la enseñanza. La semana pasada, sin ir más lejos, descubrí en una de ellas un nuevo concepto que utilizan algunos compañeros para evaluar a sus alumnos: la lástima.

Para explicar un suspenso, en algunas ocasiones he escuchado argumentos como «para que aprenda«, «porque tiene que espabilar«, o el más peregrino de «para que no crea que puede salirse con la suya«. Son frecuentes, por otro lado, para  justificar aprobados justitos, expresiones del estilo «a ver si se anima«, «espero que le sirva para la próxima, aunque no sé si lo merece«, o «no lo tengo claro, pero… venga«. Pero nunca había oído hablar de «un cinco por lástima».

Le he dado vueltas al tema y he llegado a algunas conclusiones:

1. Soy un pardillo. A estas alturas, nada debería sorprenderme, y, todavía menos, descubrir que muchísimos profesores evaluamos al alumnado «de oídas«, sin criterio, o con un criterio tan poco definido que nos permite hacer lo que nos da la gana.

2. La evaluación ha perdido su carácter educativo, si es que alguna vez lo ha tenido, y solo sirve, en la mayoría de los casos, como coartada para afirmar el poder del profesor sobre el alumno.

3. Utilizamos la evaluación como un elemento de control disciplinario más, como una manera de educar en el miedo y, cuando se nos permite, en la represión.

4. Preferimos calificar, y renunciamos a evaluar, porque la evaluación nos implica a todos, también a nosotros, y no estamos dispuestos a asumir nuestra parte de responsabilidad en el fracaso de un grupo de alumnos.

5. No aprendemos de nuestros errores. ¿Todavía no nos hemos dado cuenta de que el cuatro «por castigo»el cinco «por lástima» transmiten una idea de arbitrariedad que nada tiene que ver con la educación en valores que se nos ha encomendado? Por no hablar de la pérdida de credibilidad que nos supone.

 

14 respuestas to "El poder que da la nota"

Si se me permite abrir una reflexión (y ni mucho menos pretendo acusar a nadie de nada).
Recientemente los consejos escolares han llamado la atención sobre las grandes diferencias en las tasas de titulación que hay entre chicos y chicas, más cuando las diferencia de rendimiento no son tan mayúsculas.
Tengo para mi que en este punto influey mucho el tema de las actitudes disruptivas y su influencia subjetiva sobre el docente a la hora de evaluar.
También creo que ha influido el escaso voalor social que se da al estudio y en la pasada época del boom del ladrillo, la inserción laboral prematura.
Pero bueno, la reflexión está ahí: por qué nuestros chicos suspenden mucho más que nuestras chicas y qué puede hacer el sistema para re evitarlo.

De nuevo das en la diana. Es alucinante ver cómo los docentes son los primeros desconocedores de la ley, del currículo, de todo el proceso que exige una evaluación seria.
En mi caso, siempre he preferido tomarlo como un ratito de aprendizaje sobre lo humano:
http://www.repasodelengua.com/2008/12/trance-evaluador.html

Perdona mi desconocimiento, Juan Pedro, pero ¿a cuántos alumnos de la ESO has tenido que evaluar tú y de qué materias?

…Y sin embargo yo lo he vuelto a hacer. Por más que lo intento no veo la diferencia entre el 4 y el 5.
En la evaluación de 3º de ESO subí la nota a varios alumnos, pero todavía no tengo claro que fuera por lástima, me excusaría con lo de «a ver si se animan».
Bien, seguiremos intentándolo.
Te sigo en el Reader. Me provocas comentarios, y eso es bueno. Saludos

Interesantes reflexiones. Tendríamos que analizar lo que se dice en esas sesiones. Y pensar cómo nos sentiríamos si lo que decimos de algunos chicos, especialmente de ellos, tiene razón Anastasia, se estuviera diciendo de nustros hijos.

Anastasia, sigues planteando cuestiones de mucho calado, que necesitan más que el espacio de un blog para ser debatidas. Hoy he entregado los boletines del segundo trimestre a las familias, les he presentado una estadística por materias, y he diferenciado resultados de chicos y chicas. Ya imaginarás la primera pregunta: ¿por qué esta diferencia de notas?
Creo que tienes razón en tu apreciación sobre la «facilidad» con la que se abandonaban los estudios, hasta no hace mucho, y, está claro, coincido contigo en lo de la subjetividad docente a la hora de evaluar. Que se aprecie más en los chicos que en las chicas puede que sea solo cuestión de número. ¿Qué puede hacer el sistema para evitar esta situación? Seguro que se nos ocurrirían algunas alternativas; probablemente, difíciles de aplicar en un escenario educativo como el que vivimos en la Comunitat.
Toni, no sé si se trata de un problema de desconocimiento legal o, simplemente, de comodidad; si me apuras, diría que puede tratarse de una sencilla cuestión de falta de compromiso profesional, por duro que suene. Tu comentario al respecto, en el enlace que indicas, es genial.
Luis, agradezco tu comentario, que no sé si lo formulas desde el «desconocimiento» que señalas, o desde la sospecha porque imaginas que hablo de oídas. Me toca evaluar, no lo dudes, a pesar de lo que puedas leer en mi perfil. Soy tutor de un grupo de Secundaria, e imparto clase en cuatro grupos más.
Pedro, gracias por tu comentario. Será porque no resulta fácil apreciar la diferencia entre el 4 y el 5, aunque es evidente que existe, y los profesores la administramos de manera absolutamente consciente. Te aseguro que mi queja respecto a la manera como evaluamos no me exime de culpa, confieso que también he pecado, y que lo sigo intentando, como tú.
Engracia, poco puedo añadir a lo que dices; si acaso, asegurarte que determinados comentarios, que veo que tú también has escuchado, me molestan, de igual manera si se refirieran a mis hijos o a cualquier otro alumno.

Me han sorprendido tus reflexiones. Bueno, ya podía intuir que eres inteligente. Te lo digo porque soy de los que piensan que no se puede evaluar a un alumno por las respuestas de un examen. Es decir que hay facetas de las personas que no se pueden evaluar y que el fracaso de un alumno es en la mayor parte fracaso del profesor. Lo dejo ahí porque no me gusta alargarme. Enhorabuena por la reflexiones…

Ni se puede, ni se debe evaluar utilizando solo las respuestas de un examen, Plácido; al menos, así lo señala la legislación educativa vigente para las etapas de enseñanza obligatoria. El problema es que, en este caso como en otros, parece que la ley sea una referencia, no un precepto de obligado cumplimiento. ¿Por qué? Por desconocimiento, falta de práctica, desinterés, comodidad… cada cual elegimos la excusa que mejor nos parece.

Seis años en el instituto (de 1º de la E.S.O. a 2º de Bachillerato) esperando a que un profesor lo admitiese.

Tal vez, a que un profesor lo escribiese en un blog, S_Luis, y sé que no soy ni el primero, ni el único que lo ha hecho. Tengo la impresión de que somos muchos quienes lo admitimos y somos conscientes de que hay que mejorar mucho en este tema.

Enhorabuena por el post. Lo acabo de colgar en el tablón de la sala de profesores a ver cuántos se dan por aludidos.

Gracias, Vicent. Insisto, me parece que el tema exige una reflexión profunda, a ver si hay suerte. Por cierto, aprovecho para animarte a reactivar tu http://iabmoll.wordpress.com/, que hacía tiempo que lo tenías un poco olvidado.

En una noche de imsomnio me he puesto a leer tu blog que lo tenia falto de lectura algunas semanas y me reafirmo: hay evaluaciones que son todo, menos evaluaciones. A veces creo que las hacemos para justificar nuestro recortado sueldo. Y me da miedo pensar esas cosa porque creo que aun soy joven en esto de la educación, que me queda mucho trabajo por delante y que no quiero parecerme ni mucho menos a esos que piensan en la «lástima», «a ver si espabila» o en «no me da la gana aprobarlo»… que también los hay.

Un abrazo conquense.

Ya veo que andas por tierra de zarajos, morteruelo y ajoarriero. Disfruta con aquella gente y no te preocupes, si se tiene claro para qué se está en esta faena, y tú lo tienes bastante claro, es difícil cometer ciertos errores. Las sesiones de evaluación son uno de los momentos en los que peor lo paso; en general, no me parecen todo lo serias que deberían ser.

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