Ya no se castiga como antes
Posted 15 noviembre 2009
on:Las manos de Don Gabriel eran grandes, como raquetas de tenis. En la época en que le conocí ejercía como profesor de educación física, entonces se le llamaba gimnasia, y tutor de alumnos en el internado del instituto.
Don Gabriel empleaba métodos militares con los internos. Nos mandaba formar delante de las camas, y pasaba revista antes de abandonar el dormitorio cada mañana. Formábamos también para el desayuno, la comida y la cena, y cada tarde a las seis marchábamos en formación hacia la biblioteca, en la que permanecíamos durante dos horas de estudio. Su obsesión por la formación era tal que más de una noche nos levantó de la cama para dar varias vueltas de castigo al patio, perfectamente formados.
No se me olvidan sus manos. Cada final de trimestre nos entregaba el boletín de notas en un acto que pretendía ser de gran solemnidad. Sentado en su despacho llamaba uno a uno a los alumnos, llegábamos hasta su puerta por riguroso orden alfabético, pedíamos permiso, entrábamos, y, si habíamos suspendido alguna asignatura, nos pedía realizar una sencilla multiplicación: el número de suspensos por dos. Contestábamos, nos acercábamos a él, y sus manos rompían en nuestra cara tantas veces como el producto resultante. Ya no recuerdo el dolor, pero no olvido la humillación.
Rescato este episodio del deseo del olvido para ilustrar una conversación que mantuve hace unos días con unos compañeros. Hablábamos de cómo habían cambiado las cosas en la enseñanza, de la pérdida de autoridad, la falta de compromiso de muchos padres, el desinterés del alumnado, y otros lugares comunes a los que acudimos los docentes cuando nadie nos escucha.
Después de repartir culpas invocamos los castigos, tan excesivos entonces y ahora casi inexistentes; tan eficaces hace años, y ahora tan poco efectivos.
No es que se echaran de menos, pero alguien lamentaba el hecho de que sólo por mirar de manera algo más dura de lo habitual a un alumno podías tener graves problemas con sus padres. Es difícil imponerse muchas veces, si no se tiene un mínimo temor a algo o a alguien.
No comparto la opinión, en absoluto. Desaparecido el castigo físico de los centros educativos, el sistema evoluciona, se adapta a los nuevos tiempos, y diseña una estratregia diferente, para conseguir los mismos objetivos. Hoy castigamos sin sangre, sin dejar huella en el cuerpo, sin que se vea el manotón. Impera la sutileza, el refinamiento, la ausencia aparente de violencia, y el rechazo a la agresión directa, aunque sólo sea por evitar una denuncia, o la reacción airada de un padre descontento.
Los castigos de ahora se llaman exclusión, segregación, marginación, muchas veces abandono, y, otras, desatención. Duelen mientras se aplican, cuando te hacen sentir que eres diferente, que interrumpes la marcha, que estás en otro grupo, que sales de la clase mientras otros se quedan, que estas actividades no sirven para ti, que ahora no te toca, que no puedo atenderte, ¿quién se ocupa de éste?, que no vale la pena que te empeñes en algo que nunca alcanzarás.
Y duele con los años, cuando un día descubres que la vida que vives se parece muy poco a la que habías soñado. Sentado en el rincón, tantos años callado. Sabían que no entendía, sabían que no podía, ¿por qué no me ayudaron?
Me horroriza pensar cuántos de mis alumnos recordarán mis manos.
4 respuestas to "Ya no se castiga como antes"
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[…] ¿No se castiga como antes? Saltar a Comentarios Muy sugerente el post reciente de Juan Pedro Serrano sobre los tipos de castigo en la escuela. […]
1 | Evaristo
15 noviembre 2009 a 11:21 am
Muy adecuada tu reflexión estos días en los que tanto se habla de autoridad.
Lo más preocupante es que algunos profesores parecen echar de menos los métodos que empleaban los muchos Don Gabriel que habían en las aulas no hace tantos años.